Samuel Sánchez, el líder polivalente

El Blog de Rafa Simón

Rafa Simón

Samuel Sánchez, el líder polivalente
Samuel Sánchez, el líder polivalente

El manotazo a la alarma del despertador ha sido amable. No ha dolido despertarse a las siete de la mañana. Podría jurar que le apetecía realmente. Le mantiene muy ilusionado este nuevo proyecto. Por eso, la víspera, le dijo a Benjamín Noval que no se preocupara, que el conduciría el otro coche de equipo.

Sabe que con un coche valdría, pero con dos pueden repartirse mejor a los corredores y, sobre todo, abastecer de agua en los puertos. Hoy será Director de equipo improvisado, del Samuel Sánchez- MMR Bikes.

La idea surgió a medias con Daniel Alonso, el propietario de la marca de bicicletas, la de crear un equipo de juveniles, aunque el peso del día a día recaería en Benjamín Noval y Víctor de la Calle, como Directores de equipo, pero hoy Víctor no podía acercarse, y él lo haría gustoso.

Hoy Samuel no será el que hace apenas unas semanas gemía de puro dolor sobre los pedales en la cuesta de Ans para aferrarse a la rueda de Rui Costa, para optar al podio de la Lieja, o el que unos días atrás arrancaba a falta de un kilómetro en el terrible Muro de Huy. Simplemente será Samuel, el Director improvisado.

Mientras circula hacia Colindres, donde se celebrará la prueba, con los chicos dormitando en la parte de detrás del coche, Samuel no puede evitar recordar que un día él fue uno de ellos. Uno muy despierto. A pesar de que su adolescencia la vivió en Asturias, en cuanto pasó a amateur no dudó en trasladarse al País Vasco, allí donde es necesario crecer como ciclista para ser profesional algún día. Miguel Madariaga lo reclutó para el Olarra, el equipo amateur donde la Fundación Euskadi pondría la vista para reclutar a los mejores talentos.

Desde que llegó al equipo, Samuel sintió un feeling especial con Tomás Amézaga, reclutado a la vez como mecánico del equipo. Se entendían  a la perfección. Tanto que sellaron su amistad para siempre. Como dos hermanos. Por eso Tomás le ofreció a Samuel lo más sagrado: “Samu, tú te vienes a vivir al caserio de mis aitas, en Gueñes, y no se hable más”, le dijo Tomás. Hablaron con Madariaga, que aceptó que saliera del piso que el equipo destinaba a los corredores de fuera para que tuviera la estabilidad de una familia. Tomás (padre) y Martini se convirtieron en sus padres adoptivos y Marta, en una hermana.

Y fue justamente en compañía de Tomás cuando recibiría la noticia más importante de su carrera deportiva. Lo recuerda perfectamente. Ocurrió en aquella mañana tan calurosa de agosto. Hace 16 años. Se encontraban en el Parking de la Fundación Euskadi, en Bilbao. Se disponían a bajarse del coche para acercarse a las oficinas a realizar una gestión cuando una mano enérgica golpeó el cristal de una de las ventanillas, la del lado de Samuel. Al girarse, sus ojos, marcados en huesudos pómulos, chocaron con la mirada gruesa y arrugada de Miguel Madariaga. “Samuel, el año que viene pasas tú a profesionales con el Euskaltel. Cubrirás la baja de Ibon Ajuria, así que estate tranquilo”, exclamó rotundo. Samuel no se lo podía creer. Se abrazó con Tomás. Había firmado un contrato a la vieja usanza. Con la lealtad de una palabra. De un estrechón de manos. En un Parking. La alegría sería mayor, ya que Tomás también pasaría como mecánico al equipo naranja. Y no sólo eso. Madariaga, en su presentación, se adelantó al futuro con la premonición de quien estaba seguro de algo. “Me da igual que no sea vasco, va a ser la referencia del equipo Euskaltel Euskadi en unos años”, bramó ante los micrófonos, desafiando a los periodistas, que cuestionaban la noticia. ¿Iba a estar Euskadi preparada para un referente foráneo?

“Estate tranquilo”, repitió Madariaga. Como en aquel Parking, con la misma rotundidad. Y Samuel esperó. Sólo necesitó tiempo. Con el paso de los años comenzó a ganar etapas en la Vuelta a España, a incordiar en las generales, hasta el punto de faltarle realmente poco para llevarse la Vuelta de 2009. Era suya y no lo acabó siendo. Pero era feliz.

Y también supo reencontrarse con el Tour. Ocho años después. En Luz Ardiden alzó los brazos y en Alpe d´Huez, años después de subirlo en coche, totalmente hundido, participó en una etapa antológica. Se quedó sin victoria, sucumbió a la astucia de Pierre Roland, a la falta de estrategia con Contador, pero conquistó el Maillot de la Montaña de la carrera que odió. Estaban en paz.

Pero hay otro momento, uno muy especial. No sólo lo lleva grabado en la memoria, también en la espalda. Se tatuó en un hombro la fecha de la victoria más enigmática. El ocho de agosto de 2008. Se apostó con Joan Llaneras que quien consiguiera el oro en las Olimpiadas de Pekín se lo grabaría en la espalda. Ambos tuvieron que hacerlo. Samuel pudo tenerlo más fácil. Partía con el dorsal ocho, el número de la suerte en China. Demasiadas coincidencias. Lo cierto es que se le sigue anudando el estómago cuando vuelve a ver el vídeo en compañía de Diego y Unai, sus hijos, cuando se vuelve a ver incapaz de contener las lágrimas en lo alto de un podio sobrio, pero enigmático, rodeado de nubes grises, donde sólo brillaban sus ojos y la medalla. Donde hizo historia.

Hoy en día admite que las cosas han cambiado. Se siente igual de ágil, pero sabe mirar a otro lado cuando le llama la adrenalina. Es por Diego y Unai que ya no se tira en las bajadas, como antes, cuando era más joven y sólo veía un poco más allá de la siguiente curva. Como cuando cada vez que una etapa de montaña terminaba en descenso y le colocaban el cartel de favorito. Ahora tiene una familia, obligaciones.

Pero todas esas alegrías, sus primeras inseguridades, los reencuentros con la paciencia de quien espera su momento quedaron apartados de un plumazo cuando, tras la Vuelta a España de 2013, le notificaron, junto al resto de compañeros de equipo, que el Euskaltel Euskadi, de donde nunca se había movido, no seguiría un año más. En ese momento sintió impotencia. Mucha. Y rabia. Comprendió que el ciclismo, algunas veces, iba por encima de las personas, que era una simple cuestión empresarial, que estaba en manos de gente con corbata que hace y deshace. Y eso que él no fue el peor parado. Era el líder al fin y al cabo, cabeza visible. Se le intuían ofertas. No era el caso de muchos de sus amigos, de sus compañeros, tendrían que dejar la bicicleta. Jorge Azanza, tantos años trabajando para él, tuvo que aparcar su trabajo de gregario en el olvido, o Rubén Pérez, uno de los hombres que más kilómetros ha estado en fuga de la historia del Tour acabó regentando una pastelería. Samuel lo intentó. Tiró de galones. De contactos. De encontrar una solución ajena a los intereses económicos. Donde primasen las personas. Pero no dio con ella. Y eso dolió más que su retirada de aquel Tour de 2003. No pudo ofrecer una alternativa a sus compañeros. Y tampoco llegaban ofertas para él.

Pero su paciencia encontró recompensa en el BMC. Fue un fichaje realmente tardío. En Febrero del año siguiente, con la temporada iniciada. Una vez firmado su contrato la estructura americana le adjudicó el papel de multi-tasking. El de la polivalencia. Ayudar al que mejor estuviera, pero aprovechando sus oportunidades. Un líder, pero con intermitencia. Atrás quedaban los momentos vividos con un grupo de amigos para acabar enrolándose en una gran empresa donde el inglés era la herramienta de trabajo y donde cada compañero era de una nacionalidad diferente.

Sin embargo, como si se tratara de una carambola del destino, otra más, el agradecimiento al BMC por confiar en él se produjo en Euskadi. Tan sólo hace unas semanas. En la cuarta etapa de la Itzulia, ante el público que siempre le llevó en volandas, desde amateur. El que no le juzgó cuando se bajó de la bicicleta en Alpe d´Huez. El que jaleó cada una de sus victorias. Y él levantó sus brazos, emocionado, para agradecerles su cariño, pero también para recordar a Madariaga, por creer en él. Para homenajear a Tomás, que ahora le observa desde la ventanilla del coche de Movistar, por darle una familia, sobre todo cuando él perdió la suya, a su referente. A su madre. Y para Diego y Unai, que se siguen enorgulleciendo en el cole de la medalla de oro de su padre. Aquella que consiguió en lo alto de un sobrio pódium en Pekín. Antes de que le pidieran ser un líder polivalente.