Sergio Samitier: ciclista por cabezonería

El oscense, de 24 años, cumple estos días su sueño de debutar en una grande, la Vuelta a España. Su amor propio y cabezonería le han hecho prosperar como ciclista. Esta es su historia.

Rafa Simón.

Sergio Samitier, en el podio del Tour de los Alpes.. Foto: Bettini Photo.
Sergio Samitier, en el podio del Tour de los Alpes.. Foto: Bettini Photo.

El juez levanta su brazo derecho mientras, con pausa, va recogiendo los dedos sobre su mano. Seis. Cinco. Cuatro…“Estate vivo, eh", le recuerda Fernando entre resoplidos. Puede que Sergio no le haya oído. Las pulsaciones, de puro nerviosismo, han aumentado hasta atenazar la escucha. Su nombre suena por los altavoces. Anuncian su sueño. La sudoración de los dedos le hace llevarse las manos al lateral de su buzo. Apenas un puñado de segundos para deslizarse por la pasarela que tiene delante de él, engalanada en color plata, y todo empezaría.

Sus pupilas se dilatan. En sus gafas se dibuja una gran montaña blanca, de sal marina, aunque no la mira. Tampoco la laguna que tiene a su lado. En su mente se enfoca una conversación con su padre. En su habitación, antes de ir a aquella carrera de infantiles. “Hijo, ya que vamos a hacer 200 kilómetros te pido que, aunque sea, lo intentes hacer un poquito mejor, ¡vale?", le pidió entre risas. Sergio sonríe sin darse cuenta al recordar la ocurrencia. De niño, era realmente lento. En escuelas, le doblaban entre cuatro y cinco veces por carrera. Pero él, terco como buen aragonés, jamás abandonó una sola.

En su pueblo, Barbastro, en el Aragón de clima más benigno, le llamaban “el chico de la bici". Desde los seis años, siempre para arriba y para abajo. En su Club, el C.C. Barbastro, sus directores se desesperaban para que hiciera caso. Pero su cabezonería se emparentó con la calidad que, con los años, descubrieron sus piernas. Tanto que, en 2017, ya como un reconocido amateur, su teléfono sonó dos veces. La primera llamada, la que llegó antes, venía del World Tour, pero era dubitativa. Hoy si, mañana no sé. La segunda, fue la de Jon Odriozola, mánager del Euskadi-Murias. Sergio le pidió esperar, por si el World Tour se acababa encariñando con él, y Jon fue paciente. Tanto, que tuvo que inventarse un hueco más en pleno mes de Octubre, para que Sergio entrara cuando las puertas de la otra gran oferta le fueron esquivas.

Sergio Samitier: Ciclista por cabezonería

Sergio Samitier, al ataque en la 3ª etapa de la Vuelta a Burgos. Foto: Photo Gomez Sport.

Jon es un tipo serio, hecho a la tierra vasca. De miras altas. En Mallorca, el día que Sergio debutó, miró a la cara a todos sus corredores y les pidió que hiceran lo propio con los integrantes del INEOS. Para que supieran que no iban a ser más que ellos. Sergio tuvo que morderse la lengua para evitar que su espontaneidad le jugase una mala pasada “Madre, mía, si yo soy un ´parguela’", pensó.

De hecho, tardó poco tiempo en entender que ser profesional, no sólo eran hoteles de lujo como el de Mallorca o los Spas de la Vuelta a Valencia. Tampoco vuelos a la carta desde Zaragoza. También era horas de caravana camino de las carreras francesas, aliñadas entre hoteles de escaso confort y, muchas veces, sin ni siquiera tiempo para recibir masajes. Y luego, estaban las broncas. Primero las de los compañeros. “Colócate mejor, ándate vivo", le decía siempre Fernando Barceló. Fernando y él se conocen desde niños. Su compañero era ágil. De reflejos. Seguramente le adelantó cuatro o cinco veces en alevines en cada carrera. Sergio, sólo cuando se lo habían repetido una docena de veces, asimilaba la orden. En amateur, Juanjo Oroz, durante su estancia en Lizarte, se lo dijo bien claro: “Sergio, a Richard Carapaz, con una vez con una vez que se le dijeran las cosas valía, pero es que a ti…", se desesperaba. Pero, a cambio, Juanjo no se ha olvidado de él. Siempre dispuesto a animarle cuando los resultados no acompañan. Como un “coach".

La “regañina" más seria, en cambio, fue hace unos meses. David Etxabarri, uno de los directores del Euskadi-Murias, tras la disputa de la primera etapa del Tour de los Alpes, se percató de la discreta actuación de su pupilo, que alegó haberse visto implicado en una caída que le dejó sin margen para atrapar al grupo. Pero su director, sin cambiar el rictus, le pidió que cambiara el chip “estás aquí para aprovechar cada oportunidad. Nunca te quedes con nada dentro", zanjó.

Sergio Samitier: Ciclista por cabezonería

Samitier conquistó el maillot de la montaña del prestigioso Tour de los Alpes. Foto: Bettini Photo

Sergio, aquella noche, dio muchas vueltas a la charla de David. Estaba cansado. Y encima esto. Pero el día siguiente, atrapó la escapada. Y, quizás “dolido" en el amor propio por la charla, imaginó ser el más fuerte de la fuga. Su táctica, disfrazar a todos los corredores de perfectos desconocidos. De “parguelas". Creyó tanto en su mentira que anuló en su cabeza hasta el talento de Giovani Visconti, que también rodaba junto a él. No dudó en atacarles, en arramplar con todos los puntos montañosos de la jornada, hasta tal punto de, casi sin pretenderlo, llevarse el maillot final de la montaña de la prestigiosa prueba. Al final no iba a ser tan “paquete" después de todo.

Por eso, meses después, en la última y decisiva etapa de la Vuelta a Burgos, en plena ascensión a las Lagunas de Neila, no dudó en salir al ataque de Richard Carapaz. Ese día, el equipo INEOS había permitido a Euskadi-Murias rodar a su rueda durante toda la etapa, para defender el segundo puesto de su compañero Óscar Rodríguez. Sergio se sentía un privilegiado. Durante los kilómetros previos no paraba de decírselo a Barceló “mira ´tio´somos unos privilegiados, ¿cuándo nos hemos visto en una de éstas?", repetía. Así, cuando sintió que el ecuatoriano podía hacer peligrar el podio de su compañero, no dudó en mirarle a los ojos, como hubiese querido Odriozola, como les pidió el dia de su debut y apretar los dientes hasta hacer desistir la tentativa del corredor del Movistar.

Atrás quedaban los complejos de su primera “Itzulia", donde, a pesar de la dureza del recorrido, ningún corredor parecía perder comba. Sobre todo en aquella ascensión a San Miguel. Al Calvario. A cambio, el ciclismo también le ha dado momentos inolvidables. Con aquella etapa de la Vuelta a Aragón con final en el Alto de Cerler. La ascensión, durante sus doce kilómetros, apareció pintada con su nombre y el de los otros tres aragoneses del pelotón: Jorge Arcas, Jaime Castrillo y su compañero, Fernando Barceló. Y, en las cunetas, los 80 miembros de su peña. Entre ellos, sus amigos de toda la vida, aquellos que, cuando acudía a las fiestas de los pueblos, evitaban a toda costa que alguien fumase a su lado. “¡Eh, a este ni acercaros, que es sagrado!", espetaban siempre con orgullo.

Sergio Samitier: Ciclista por cabezonería

Samitier, en una etapa del Tour de los Alpes. Foto: Bettini Photo.

Con todo ello, Odriozola ha sabido tomar nota de su cabezonería. De su empeño por ser buen ciclista. Por eso, al cruzar la línea de meta de Neila, mientras se esforzaba por recuperar el aire tras haber ayudado a su compañero, Jon se acercó a él. Le hizo un regalo: “Estoy satisfecho con tu rendimiento, el sábado que viene no hagas planes, porque estarás en la salida de la Vuelta a España", le dijo escueto.

Sergio, quizás abanderado por la euforia, sólo pidió una cosa: poder regresar a casa, a Barbastro. Para poder celebrar la noticia con sus compañeros de grupeta. Poder asistir a “la ruta de Colungo" del domingo. Con su almuerzo reglamentario. Luego llegarían los actos protocolarios con el alcalde, las entrevistas, pero, sobre todo, las felicitaciones de sus vecinos. “Ya decía yo que ´él niño de la bici´ iba a llegar lejos", le recordó orgullosa la frutera de su barrio. Sus vecinos le reclaman una victoria de etapa. Él, en cambio, sólo se va a ofrecer disfrutar de la experiencia. De los actos protocolarios. De la presentación. De la charla que tuvieron que dar a unos niños. Aunque eso le haga perder tiempo de descanso. Quién sabe dónde estará dentro de diez años.

“Tres, dos…", desgrana el juez. “¡Estate vivo!", le recuerda Sergio. El juez baja su brazo. Comienza uno de los sueños de Sergio, el ciclista por cabezonería. Su primera Vuelta a España.