DE LA HUERTA A LA CARRETERA. Pasaba los veranos en casa de mis tíos y jugaba en la huerta con la bici. Mi tío era cicloturista, con siete años empecé a salir con él y podía con las subidas más duras de la zona. Empecé a verlo en la tele y fui aficionándome poco a poco.
DEBUT PRECIPITADO. Firmé el contrato profesional quince días antes de viajar a Mallorca. Llegué a la isla a última hora, probé la bici cinco o diez minutos y debuté a la mañana siguiente. Sin embargo, desde el primer día me sentí bien dentro del pelotón y todo fue mejor de lo que esperaba.
ARRASANDO CON ARISTI. El Euskadi Continental desapareció a finales de 2014 y me recalifiqué junto a Mikel Aristi. Teníamos poco que perder y nos salieron muy bien las cosas desde el inicio. Compartimos entrenador desde juveniles y rodábamos mucho juntos. Nos compenetrábamos a la perfección, no hacía falta ni hablar. Conseguimos volver al profesionalismo; fue un año perfecto. Aunque no coincidamos tanto como antes, nos une una gran amistad.
MURIAS AL RESCATE. Allí nos juntamos muchos enamorados de este deporte a quienes nos tocó buscarnos la vida. Unidos a jóvenes talentos como Óscar Rodríguez o Fernando Barceló alcanzamos logros que nadie imaginaba. En Murias éramos una gran familia y sacamos provecho a los limitados recursos que teníamos. Guardo un gran recuerdo de las cenas finales de las dos Vueltas a España que disputé, celebrando la victoria de Óscar y la mía.
RENOVACIÓN EN EL HOSPITAL. Sufrí una grave caída en el Tour de Limousin 2017. Por suerte, siempre conté con el apoyo de mi familia y con un entrenador y un fisio que en situaciones así me ayudaron mucho. Jon Odriozola me renovó en el hospital y eso me permitió recuperarme bien y sin prisa.
DE LA GRAN VICTORIA DE ÓSCAR... En un año pasé de ver La Vuelta con una pierna rota a correrla. El mero hecho de estar en la salida era un éxito. Fui sin ninguna expectativa y el triunfo de Óscar Rodríguez supuso un subidón. No fue sólo ganar, sino ante quiénes, cómo y dónde. Aquel día lloramos todos.
...A LA MÍA. Era una etapa que tenía marcada y había reconocido en mayo. El equipo me pidió en esa Vuelta que estuviera con Óscar, pero ese día dije que quería entrar en la fuga. Me escapé con Ben O’Connor en los primeros kilómetros y se fueron uniendo los demás. Cogimos mucha ventaja y en el Col d’Ispéguy comenzó otra carrera. Sufrí en los primeros ataques, pero tenía buenas sensaciones. Nos juntamos los dos grupos y desde el coche me pidieron que arrancase. Así lo hice y aunque in extremis (6’’) llegué a la meta en solitario.

EL SOÑADO NARANJA. Se hizo realidad una ilusión que perseguía desde pequeño: recalar en el Euskaltel-Euskadi. Muchos vascos somos ciclistas por este proyecto. Soñaba con ser como Iban Mayo, Haimar Zubeldia, David Etxebarria o Samuel Sánchez. Aunque ya no era un equipo WT y no he podido disputar las mejores carreras del mundo con estos colores, notas la historia que hay detrás y el apoyo extra de la afición.
DIRECTORES. Con Gerrikagoitia coincidí poco pero me marcó su visión de carrera y la manera de explicar las cosas. Aunque me tocó en una época sin pinganillo en profesionales, aprendí mucho con él. Azanza supo devolverme la ilusión y la motivación en amateur en un momento delicado. Muriel fue el gran responsable del éxito de Murias, organizaba todo el equipo. Odriozola diría que es un soñador, pero nos hizo creer que era posible conseguir grandes cosas los dos años de La Vuelta y acertó. He intentado quedarme con algo de todos mis directores.
AQUELLA FATÍDICA CAÍDA. Fue una negligencia de la moto que grababa la prueba. El motorista se quedó parado en la zona más peligrosa de una carrera, los últimos 200-300 metros. Es un tramo protegido por vallas, por lo que el ciclista da por hecho que sólo se tiene que preocupar de su esfuerzo. Aquel día no fue así y a mí y al chaval italiano (Galimberti) que se comió la moto el primero nos ha retirado del ciclismo. No me reprocho nada, toca aceptar lo que pasó y el incidente está olvidado.
RETIRADA FORZOSA. Son muchos años de pelea física y psicológica; por diferentes motivos he dicho basta. Los dos primeros meses le di vueltas a mi futuro. Cuando vi que la lesión del cuello iba para largo y que no tendría ocasión de correr a final de temporada, decidí retirarme. No fue fácil y tampoco es la
forma deseada de dejar el ciclismo, pero creo que es la decisión acertada. No quería andar con el dilema de si rendiría al nivel previo a la caída y si rodaría con seguridad en el pelotón. Ya pasé por eso cuando me rompí el fémur y no me veía con fuerzas para repetirlo, menos con el nivel tan alto del ciclismo actual.
ESTOY MUCHO MEJOR. No tengo ni el tobillo ni el cuello como antes del accidente, pero hago vida normal y entreno casi como si fuera a seguir en el ciclismo. Sufro cierta limitación para girar el cuello a la derecha, pero en los próximos meses irá desapareciendo. Después de un tiempo en el que lo pasé mal y me apoyé en mi hermano y en los amigos para montar en bici, ya disfruto pedaleando con seguridad.
AL BAR DE MI MADRE. Tengo muchos planes, pero he estado centrado en la recuperación y quiero tomarme mi tiempo para pensar en los siguientes pasos. Lo que es seguro es que de alguna manera echaré una mano a mi madre en su bar y aprenderé el negocio de casa. También me apetece estudiar.
GRACIAS A LA FAMILIA. Sin su apoyo no estaría hoy aquí. También acordarme de Félix Ugalde, mi entrenador de toda la vida que me ha hecho mejor ciclista y persona, y de Jaime Navarro, fisioterapeuta que me ayudó a superar tantas lesiones. He tenido mucha gente a mi lado y me siento muy agradecido por ello.