Aquella noticia le apretó el alma con fuerza. Le invadieron los sentimientos más opuestos. Por un lado, se sintió egoísta, por no estar allí con él. Por no haberse podido despedir. Por otro, sintió su cariño, su calor. Era la motivación necesaria para seguir haciéndolo bien en aquel Giro. Para que estuviese orgulloso de él.
A Diego Pablo sólo le mencionan así desde fuera, sobre todo los periodistas. Desde dentro es “Diego” o “Sevilla”. Lo dice con la mirada a juego con un cielo limpio. Por detrás se extienden tierras cultivadas: Ajos, espárragos, trigo, maíz y, a veces, lechuga. De ahí viene el dinero que se gana en su casa. Su tono de discurso es también cultivado, a muchas hectáreas de distancia de la rudeza que se le presupone a un chico de campo.
De chaval sí que ayudaba a su padre. Ahora, con las apreturas del ciclismo, a su familia le vale con que simplemente pregunte que como va todo. Todo cambiaría años después de que su primo Carlos les llevara a él y a su hermano mayor a salir en bicicleta por los alrededores de San Martín de la Vega, ubicado en el Madrid que respira aire puro. Como les gustó, les acabó metiendo en la escuela de ciclismo que llevaba en el pueblo. El giro llegó con la familia Contador.
Diego ingresó en la Fundación del campeón de Pinto en edad de junior, siempre bajo la supervisión de Fran, el hermano mayor de Alberto, el corredor que admiró desde pequeño en la misma dosis que Valverde.

Fue el mismo Fran el que años después le preguntó si quería unirse al proyecto profesional que estaban montando. Desde entonces nunca se ha bajado del mismo caballo. Ha aprendido a crecer paso a paso, a sabiendas de sus limitaciones, pero poniéndolas a prueba. Sabiendo que no estará entre los mejores en ningún terreno pero que ninguno de los hombres fuertes de su equipo podrá dudar nunca de su apoyo. Un día Alberto le dijo que, si el día que le toque retirarse de la bicicleta siente que no ha dado el 100%, entonces se sentirá infeliz. Que se podrá ser mejor o peor, pero siempre dando el máximo.
Casi una década después, Diego es ahora quien se lo explica a los más jóvenes, que así se renuevan los contratos. Él conoce al staff, por eso es el nexo común entre unos y otros. Y el staff le conoce a él. Llevaba dos años quedándose cerca del equipo que disputaba el Giro. Este año fue uno de los elegidos. Su primera gran vuelta.
La víspera del inicio cruzó unas palabras con su compañero Davide Bais,“¿Qué harás el próximo año?”, le preguntó. Davide sonrió: “Estoy muy feliz en el equipo, pero habrá que esperar a correr el Giro, una victoria de etapa te puede cambiar la vida”, le dijo entre bromas. El italiano acabaría levantando los brazos. Diego lo celebró como si fuera su propio triunfo, aunque lo que es cierto es que Davide se lo trabajó él sólo, atrapando una fuga que llegó hasta el final.
En cambio, su Giro estuvo a disposición de los sprints de Vincenzo Albanese, también en aquellas etapas donde Lorenzo Fortunato estuviera al resguardo del frío que nunca pareció abandonar la prueba.

Pero Diego, a pesar de que el Giro nunca se le hizo largo, de que sintió que estaba preparado para una prueba de tres semanas, volvió a casa con el corazón roto. Arturo Grávalos, uno de sus grandes amigos en el equipo, llevaba ya mucho tiempo enfermo. Durante el último año y medio, apenas tuvo tiempo de visitarle en La Rioja o Zaragoza, donde vivía. Las hospitalizaciones de uno y el calendario del otro hacían poco viable un nuevo encuentro. Por eso, cuando en aquella etapa de mitad de Giro recibió la noticia, Diego sintió como sus hombros apenas pudieron sostener aquel dolor que le punzaba el alma. A duras penas acertó a apoyarse sobre la cama. Se sintió egoísta. Arrepentido de no haber estado con él. Seguro que Arturo le hubiese pedido que siguiera adelante. Que se mantuviera aferrado en aquella burbuja de hoteles y etapas. Como si fuese la carrera de los dos.
En San Martín de la Vega el cielo azul impera. A juego con su experimentada mirada. La temporada no ha terminado. A sus 27 años ha conocido el Giro. En unos días llegará su primera Lombardía. Lo hará a sabiendas de que el equipo sigue confiando en él. De que ha firmado una renovación donde ambas partes se conocen a la perfección. Además, su firma es doble. Va por él… y por Arturo.