“¿Aquí anduviste fuerte, eh?”, le dijo un compañero al ver el resultado en una página de datos ciclistas. Se refería a la Volta al Algarve de 2014. Quizás en aquel momento su interlocutor, por juventud, ni siquiera andaba en bici. Lo decía porque vio que había quedado cuarto en dos etapas.
Edu asintió con timidez. Y en una de ellas, unos inoportunos calambres cuando se escapó le privaron de dejar atrás a Alberto Contador y a dos Campeones del Mundo como Rui Costa y Michal Kwiatkowski. Aquel día, los medios de comunicación se abalanzaron sobre las estrellas mientras él, ataviado con una humilde equipación portuguesa (OFM - Quinta da Lixa), se limitó a publicar su gesta en su muro de Facebook.
Podría haber impresionado con algún apunte épico a su compañero, pero se limitó a responder que por aquella época muchos corredores iban a las carreras a entrenar, y que él había llegado con un punto extra de forma tras disputar una vuelta en Brasil. “Si hubiese sido ahora, donde cada carrera se disputa al máximo, hubiese quedado el veinte”, le explicó.

Además, por aquel entonces, su guerra era otra. Su meta era precisamente hacer méritos para estar en ese mismo lugar, con ese mismo maillot. Desde su primera experiencia en categoría Continental, aun consiguiendo victorias, veía que otros corredores con menos palmarés acababan progresando en equipos de mayor nivel. A él, en cambio, cada final de temporada le decían lo mismo, que casi estaba hecho, pero nunca ocurría, hasta que, justo a finales de aquel 2014, cuando se marchó a la aventura de correr en Japón junto a su hermano Benja, le dijeron que esta vez sí, que tenía el contrato en un adjunto de su correo electrónico para firmarlo e incorporarse al Caja Rural - Seguros RGA.
Solo entonces la angustia de la incertidumbre quedó sepultada por varios años de alegrías en los que las victorias se conseguían entre varios. De las suyas se aparta, le hace más ilusión recordar un segundo puesto en el Tour de Yorkshire, donde todo el equipo trabajó para que, día tras día, intentara desbancar a Greg van Avermaet.
Pero, después de tres años en el equipo navarro, Edu estuvo obligado a elegir otro destino. Fue entonces cuando realizó la mejor decisión de su vida. En 2018, el Euskadi-Murias, que ya había alcanzado la categoría de Profesional Continental, le ofreció firmar por un año que, sin saberlo, se convertiría en su verdadero punto de inflexión. Aquella temporada en la que él viajaba desde Alemania, donde vivía con su novia, sus compañeros trabajaron duro para él en cada carrera en la que participó, correspondiendo no sólo con buenos resultados, sino también con victorias.

En una de ellas, la General de la Vuelta a Turquía, una llamada inesperada le descolocó por completo. “Edu, Eusebio te quiere en el equipo”, le dijo su representante. Él no entendía nada. Dos semanas antes le habían dicho que el Movistar Team estaba completo, y sin embargo aquella victoria lo había cambiado todo.
A cambio, lo que comenzó como un sueño, el de llegar a ser corredor del World Tour, acabaría tornando en pesadilla. Tras un primer año en el que el equipo le otorgaba confianza en carreras pequeñas, el segundo le sorprendió con una caída a principios de año en el Tour Down Under que fue seguida por el estallido del COVID.
Tras la vuelta a la competición, de nuevo un prometedor tercer puesto en la Clásica de Getxo fue seguido por uno de los momentos más duros de su carrera. En la Vuelta a Polonia que todo el mundo recuerda como el momento en el que Dylan Groenewegen hizo aquella maniobra tan peligrosa que a punto estuvo de costar la vida a Fabio Jakobsen en la disputa del sprint, Edu fue otro de los damnificados de los que los medios, una vez más, apenas hablaron, pero que le costó la fractura de una de sus cervicales.

Su recuperación no fue fácil y cuando esta se produjo, Movistar no supo tener el cariño suficiente para retenerle. Dolido por esta situación, acabó encontrando un hueco en el DELKO francés, pero su suerte seguía cayendo en picado. El 2 de enero de 2021 se rompió el fémur y, a su vuelta a la competición, se encontró con un equipo que ya no pagaba a sus corredores, y que incluso estaba empezando a expedir cartas de libertad a muchos de ellos. Entonces no tuvo elección. Se vio obligado a seguir corriendo sin cobrar, era su única salida para seguir existiendo a ojos de otros equipos, hasta, de nuevo, cerrar el bucle que le llevó al punto de partida: Firmar otra vez por el Caja Rural - Seguros RGA.
Quizás muchos de sus compañeros sólo vean a un tipo al que respetan por su edad, por las victorias que puedan chequear en una página de datos ciclistas. Puede que desconozcan que, detrás de sus 37 años hay mucha frustración. Que sufrió la injusticia de un ciclismo que tardó mucho en tratarle bien, tanto a él como a su hermano Benjamón, quien con 41 años sigue corriendo a nivel profesional, aunque nunca lo haya hecho en un equipo europeo.

A su edad Edu Prades sabe que ya no volverá a ser parte del World Tour, pero se siente satisfecho. Se ha encontrado un equipo que trata con cariño a sus corredores y que cada vez está más avanzado a nivel de nutrición y preparación hasta haberse convertido en uno de los referentes de su categoría.
Y, si hecha la vista atrás, sus mejores logros ya están conseguidos. De adolescente consiguió ganar una carrera delante de sus cuatro abuelos con una bici prestada por un amigo porque la suya estaba desguazada tras un atropello. Y su novia, Cristina, a la que un día dijo cuando era amateur que le fuera a ver a la carrera de Santikutz porque la iba a ganar, es hoy es su mujer. Y le ha dado dos niños: Ilan y Eira, que acaba de llegar. Quizás esto signifique realmente ser del World Tour.
