Ibon Ruiz, el testarudo corredor del Kern Pharma

El vitoriano pidió al equipo correr la Itzulia. Fue hace mes y medio, justo el día después de romperse la clavícula. El equipo sabía que era su carrera preferida y respetó su calendario. En este artículo te contamos su historia.

Ibon Ruiz celebrando su tercer puesto en la pasada Clásica de Jaén. Foto: Rafa Gómez (Sprint Cycling Agency)
Ibon Ruiz celebrando su tercer puesto en la pasada Clásica de Jaén. Foto: Rafa Gómez (Sprint Cycling Agency)

“Pero ¡cómo te vas a ir a Sierra Nevada ya! Espera al menos que te quite las grapas”, exclamó el Doctor Ruiz Moneo ante la osada propuesta de Ibon. Para él todo era más sencillo. El equipo había respetado su firme decisión, así que el cuarto día posterior a su operación de clavícula ya se había echado a la carretera a dar sus primeros pedales.

Si le preguntaran a Conchi, su madre, también tendría muchas cosas que decir sobre su hijo. Aun recuerda cuando jugaba de portero en el cole. “Hijo, encima de gordito, portero, así no te vas a mover en la vida”, bromeaba con él. Pero la ocurrencia le salió cara cuando su primo Rubén y su tío le animaron a andar en bicicleta. Años después tuvo que ir a aquella tienda de tatuajes en Vitoria para firmar el documento que consentía que su hijo, que entonces era menor de edad, pudiera tatuarse una bicicleta en el brazo.

Hoy el tatuaje está incompleto, se le ha borrado una parte por las caídas que ha tenido. Pero Ibon no piensa en otra cosa que no sea levantarse y seguir. Hace apenas un mes se le alinearon los astros en la Clásica de Jaen. Acertó con la fuga buena del día, empujó fuerte hasta hacerla pequeñita y estuvo a punto de seguir la estela ganadora de Michal Kwiatkowski e Isaac del Toro, primero y segundo clasificado de la prueba. En la meta bromeó con ellos, les pidió haber ido a relevos, que total en el sprint les hubiese dejado ganar, que ya no le quedaban fuerzas, pero los dos reconocieron que no se fiaron de las piernas que llevaba aquel día.

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Ibon Ruiz, en el podio de la Clásica Jaén 2025 junto a Kwiatkowski y Del Toro. Foto: Rafa Gómez (Sprint Cycling Agency)

Por eso le dolió tanto aquel frenazo inesperado en O Gran Camiño, apenas unas semanas después, tras el que cayó en la cuneta fracturándose la clavícula. Quiso volver a subirse a la bicicleta; menos mal que su director, Mikel Ezkieta, consiguió que no lo hiciera.

En el equipo le conocen bien. Primero empezó en el filial, en el antiguo Lizarte, y en tan sólo dos años de amateur consiguió que Juanjo Oroz, actual Mánager del equipo, le enviara un Whatsapp para decirle que le firmaba contrato profesional para el año siguiente en el equipo continental que estaban creando.

2019 Ibon Ruiz arranca en la Vuelta a Palencia. Foto Oskar Matxin
Ibon Ruiz en una imagen de 2019 con el Equipo Lizarte. Foto: Oskar Matxin

Debutó con buen pie, pero la pandemia le enclaustró y a pesar de los esfuerzos de Conchi su hijo cogió demasiado peso que no le permitió rendir cuando se pudo volver a competir.

Sin embargo, en 2022 el equipo le regaló su primera Itzulia, su carrera preferida, aquella en la que el aficionado anima por su nombre a cada uno de los corredores que pasan delante de él. Ibon tuvo tiempo de escuchar el suyo. Consiguió filtrarse en la fuga de una segunda etapa en la que tan sólo 500 metros le privaron de levantar los brazos. Cuando vio pasar como un rayo a Julien Alaphilippe se le hundió el mundo. Ni siquiera las felicitaciones de Miguel Indurain en la meta fueron consuelo. Se juró que no volvería a pasar.

Dos años después llegó la Vuelta a España que nunca olvidará. Comenzó cumpliendo órdenes del equipo, cogiendo las denominadas “fugas cómodas” que dan visibilidad a los equipos y justifican una invitación. Eran escapadas que nunca iban a llegar a buen puerto, asociadas a esfuerzos baldíos pero que aliviaban el trabajo del resto de compañeros y que, tras varios intentos, consiguieron que también en la Vuelta los aficionados se aprendieran su nombre como reconocimiento a su esfuerzo.

Ibon Ruiz 2024 Foto de Luis Angel Gomez
Ibon Ruiz en uan imagen de la pasada temporada.  Foto: Luis Angel Gomez (Sprint Cycling Agency)

Luego llegaría lo impensable, las tres victorias del equipo, dos de ellas conseguidas por Pablo Castrillo, su compañero de habitación. Cada noche era testigo de como el aragonés iba poco a poco asimilando que le iba a cambiar la vida en cuanto terminase la prueba.

Cuando la terminó él se pasó una semana durmiendo doce horas seguidas pero, en vez de dar por terminada la temporada, prefirió finalizarla en Malasia, con la disputa del Tour de Langkawi. Se lo pusieron fácil: Si las piernas no iban, podría disfrutar con tranquilidad de una carrera exótica, pero eligió lo difícil, perdiendo finalmente la tercera plaza final por una cuestión de “puestómetro”. Nada que no le dejara con la sensación de que el trabajo había estado bien hecho.

Siente que en el equipo confían en él. La prueba es que si hoy está corriendo la Itzulia es porque, a pesar de aquella fractura de clavícula, se dejaría la piel por acudir. Es testarudo, si no que se lo pregunten al Doctor Ruiz Moneo. Seguro que Conchi también tendría algo que decir.

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El ciclista vitoriano, en la fuga de la Clásica de Jaén. Foto: Luis Angel Gomez (Sprint Cycling Agency)