Iván Ramiro Sosa, el chico que deslumbró en Lagunas de Neila

La historia de Iván Ramiro Sosa es la de un escarabajo que recorrió miles de kilómetros para destacar en Europa, aprender en el actual INEOS Grenadiers y liderar el presente y futuro del Movistar Team

Iván Ramiro Sosa durante la Vuelta a Asturias 2022, que ganó.
Iván Ramiro Sosa durante la Vuelta a Asturias 2022, que ganó.

El despertador no perdona. A veces incluso le hace dudar de dónde se levanta. Es la magia del ciclismo. El baile de hoteles hace ya tiempo que forma parte de su vida. Hace unas semanas se retorcía por la Marmolada en pleno Giro de Italia. Unos días después, repitió esfuerzos en pleno Mont Ventoux.

La decepción en el Giro aún colea. La alergia siempre fue su enemigo en la sombra. Como una injusta goma encargada de borrar el trabajo previo que con tanto ahínco se empeñó en dibujar los meses anteriores.

Al bajar al desayuno, sus malos pensamientos se difuminan rápido como el humo de su café. Observar a su compañero al otro lado de la mesa activa aún más sus ganas de correr. Resulta curioso que hace tres años se disputaran la general de esta carrera. Alejandro le batió por apenas ocho segundos. Hoy, en cambio, Iván asistirá a la última participación en la prueba del murciano como co-equipier.

Verle así de competitivo y profesional pasada la cuarentena resulta toda una experiencia. Él cuenta con casi veinte años menos. Toda una vida.

Sosa en sus primeros años en el Team Sky.
Sosa en sus primeros años en el Team Sky. 

La suya se inició muy lejos de allí, en Pasca, la Colombia que vive a más de dos mil metros de altura. La Colombia pasional del ciclismo. Su padre le puso Iván justamente por el ciclista que destacaba en la época, Iván Parra, hermano del laureado Fabio. Sin embargo, era su tío Joaquín el que se lo llevaba cada domingo a montar en bicicleta juntos a sus otros primos.

Rápidamente, las duras rampas de las colinas locales dibujaron un colombiano de época, menudo y alocado en sus bailoteos sobre los pedales. La familia Sosa fue asesorada. Iván debía crecer en Europa si quería convertirse en un gran ciclista. Cuando tomaron la decisión, su padres le miraron a los ojos: "Iván, sé fuerte. Si tú estás bien, nosotros también lo estaremos. Aprovecha el tiempo y ojalá vuelvas como un ciclista de provecho", le dijeron, disimulando con torpeza las lágrimas de despedida.

Un largo viaje de avión le llevó a San Diniato, un pequeño pueblo de la provincia de Empoli, ciudad italiana donde el Maltinti Lampadari, un equipo amateur de la zona, tenía un pequeño piso donde vivía junto a otro compañero. Con sólo 18 años, aprendió a gestionarse el día a día. De lunes a viernes entrenaba y el fin de semana un coche del equipo le llevaba a las carreras.

Rápidamente, su tesón le convirtió en un ciclista tan disciplinado como atrevido. Ávido de victorias. En tan sólo un año, su fiereza capturó la atención de Gianni Savio, Mánager del Andronni. Iván no se lo pensó. Además, en el equipo contaba con otro chico colombiano, Egan Bernal, que le ayudó a integrarse rápidamente.

El colombiano obtuvo su primera gran victoria con el Movistar Team en Asturias.
El colombiano obtuvo su primera gran victoria con el Movistar Team en Asturias.

El paso a profesionales no puso bozal a su bravura. En 2018, durante su segundo año en la categoría, tan sólo una caída durante la disputa del Tour de los Alpes le privó de la victoria final ante Chris Froome, que semanas después ganaría el Giro de Italia.

Colombia lamentó su caída. Él no. La vida le estaba enseñando a quedarse con lo bueno. Apenas tenía veinte años y ya se pegaba con los más fuertes del pelotón. Lo que no sabía es que, meses después iba a llegar su mejor victoria.

Lagunas de Neila es un puerto que siempre castiga a los ciclistas con latigazos de calor. En pleno agosto, las rampas rugosas que se alzan tras el portón marcan aún más los pómulos de los hombres que abren carrera. Kilómetros antes, Iván ya la había ganado. Sus compañeros se empeñaron en que comiera y bebiera en todo momento. Por eso, su ataque fue fresco. Como si a su paso se apartara la sequedad del verano amarillo que riega Burgos en verano. La victoria, conseguida ante hombres del World Tour generó múltiples propuestas de contratos. Todos querían quedarse con aquel chico aún desconocido para el gran público que había sonrojado no sólo a Miguel Ángel López, sino al poderoso SKY.

Quizás por eso, el equipo británico puso la palabra definitiva sobre la mesa. La que convenció a Iván. El cuadro británico era símbolo de prestigio. De experiencia entre los mejores ciclistas del momento. Aprender del perfeccionismo de Chris Froome o de la profesionalidad de Geraint Thomas resultaba muy apetitoso. Pero, sobre todo, significaba madurar al abrigo del cariño de Egan Bernal, con el que volvía a compartir equipo.

Sosa en el podio de la Vuelta a Asturias, junto a Fortunato y a Edet.
Sosa en el podio de la Vuelta a Asturias, junto a Fortunato y a Edet.

Un año después, las Lagunas de Neila coronaron al mismo vencedor. Sin embargo, la segunda victoria fue diferente. El equipo británico fue muy superior. Cada paso previo estuvo meditado. Supo cómo actuar, donde moverse para hacer daño a sus adversarios. Ya no era aquel chico tímido e inesperado que se expresaba con dificultad ante los micrófonos.

Sin embargo, tras tres años en la estructura británica la necesidad de buscar nuevos objetivos topó con la oferta del Mánager del Movistar. Eusebio Unzue sabe atrapar con un discurso motivador bajo el envoltorio de una voz que nunca parece alterarse. "Iván, estoy seguro de que sigues teniendo en tus piernas la facultad de hacerlo bien en Vueltas de una semana", le dijo.

El aceptó la oferta, atraído por una escuadra que, a pesar de la presión que sobre ellos ejerce la afición en algunos momentos, sabe recogerse como una familia. Que entiende de días malos. A él le apoyaron tras un Giro que terminó decepcionado. Le dijeron, simplemente, que habría días mejores, sin un mal gesto. Sabe que cuenta con el respaldo de sus compañeros, como ocurrió en la pasada Vuelta a Asturias. Aquella victoria la sintió balsámica, como un pequeño recordatorio mental para entender que, lo mismo que hace años, cuando tan sólo era un modesto corredor del Andronni, sigue por el buen camino.

"¡Ese 'cafelito´ rico'!", escucha. Alejandro Valverde es un tipo especial. Te obliga a corresponder, a ser positivo. Capaz de ilusionarse con algo tan mundano después de tantos años. La historia de Iván es más cortita. Es la de un chico de pueblo que vino de lejos con la etiqueta de gran talento. Quien le mira a los ojos sabe que lo es. Pero, lo más importante, que sabe construir a partir de los momentos buenos, como aquella victoria en Neila y de los no tan buenos, como cuando le agrede la alergia.