Aceptarlo. Es la palabra que más repite. La única que puede sacarle de un destino que esfuerza en no pintar de oscuro. Pese a todo, su optimismo es el color que impera en su vida.
En Iturmendi, alojada en la Navarra más forestal, la tranquilidad se respira en cada recodo del pueblo. Las noches se palpan mecidas entre árboles que parecen custodiar la localidad. A Josu, algunas veces, se le atragantan entre sudores fríos. Aun le visita la imagen de aquel coche, o la del Hospital.
Entonces, se repite la misma pregunta: ¿Por qué eligió aquella carretera para volver? ¿Por qué tuvo que encontrarse con aquel coche a la salida de aquella curva? Su psicóloga le ha enseñado a aceptarlo. A entender que el destino es una sucesión de causalidades ante las que nada se puede hacer si uno obra con prudencia.

Lo cierto es que aquel coche se apareció en la curva y no le dejó tiempo para esquivarlo. El impacto fue frontal. Como si hubiera tirado un vaso contra una pared. Se fracturó el cuerpo desde la cara hasta las tibias. Afortunadamente, a pesar de que nunca perdió la consciencia, recuerda no acordarse de nada hasta despertarse en un hospital, rodeado de médicos y enfermeros. En cuanto su cabeza procesó la situación, la incertidumbre se apoderó de él.
Antes de aquel accidente Josu era un prometedor corredor del Caja Rural - Seguros RGA. Ahora, más de un año después, tan sólo es un chico que trata de seguir aceptando lo ocurrido y que, desde entonces, ha cambiado la planificación de objetivos por disfrutar del día a día.
Su discurso, pausado y modificado por las operaciones de las fracturas bucales de las que fue intervenido, atrapa en un optimismo forjado en la robustez de su carácter. Antes, su jornada se basaba en entrenar, comer y descansar. Ahora no para entre fisios y rehabilitadores. Su psicóloga, la que le está enseñando a aceptar su vida actual, le ha hecho ver que con la cabeza saneada su cuerpo responderá mucho más rápido.

A su lado viaja el cariño de su hermano Martxel. Él también iba para ciclista, pero la tensa espera en una sala de hospital mientras su hermano se debatía entre la vida y la muerte en la UCI le robó de un plumazo la motivación para seguir los pasos de Josu.
Él en cambio no sabe si podrá volver a serlo. Hace meses asumió que no seguiría con el Caja Rural esta temporada, pero su cuerpo aun es joven, y su optimismo trabaja por él sin descanso. Dicen las personas que han visto la muerte de cerca que la vida a la que vuelven a aferrase es mucho más bonita, porque descubren la magia de lo cotidiano. El cariño de su familia impregnado en el momento actual.

A Josu el cuerpo le sigue punzando, aun hay lesiones que no están yendo como debieran, incluso se han despertado los viejos dolores de aquellas seis vértebras que se fracturó durante una carrera en Francia hace dos años.
“Me toca aceptarlo”, repite casi de forma autómata. Recordarse en el pelotón de la Clásica de San Sebastián que tantas veces vio por televisión refuerza sus ganas de fortalecer su cuerpo. El cariño de su familia, de Martxel, es la receta que su mente necesita.