“Iba demasiado rápido, no era normal. Y en la ambulancia no conseguían estabilizarme”, recuerda con angustia. En Bytow, una pequeña ciudad ubicada en el norte de Polonia, la tranquilidad parece reinar en cada calle, en la mirada de cada peatón que se cruza. La luz del sol, atrincherada frente a un otoño ya avanzado, aun tiene la fuerza suficiente para pintar en rojo intenso las tejas que cubren el Castillo que da notoriedad a la localidad.
Kamil se enorgullece de ella. Es donde ha vivido siempre y, por el momento, como si le fuera ajena la itinerancia que describe la vida de un ciclista, no tiene ninguna intención de moverse de allí.
La ciudad no sólo tiene hasta 16 puntos donde ir a pescar, una de sus aficiones preferidas, también cuenta con un club ciclista donde se forjaron hombres como Czeslaw Lang, medalla de plata en las Olimpiadas de Moscú y actual Director del Tour de Polonia. Su madre le llevó al club con nueve años, para que desarrollara una afición deportiva. Otros nueve después, él consiguió otra medalla de plata en los Campeonatos nacionales. Inmediatamente, su sueño de ingresar en el CCC, el equipo profesional de referencia en el país en aquel momento no se hizo esperar. Piotr Wadecki, uno de los Directores Deportivos, se puso en contacto con él.
Sus inicios no fueron fáciles, llegado en edad de juvenil, cada entrenamiento era un carrusel de emociones y, cada carrera, un test continuo de ingratitud. Sin embargo, cada esfuerzo iba formando a un chico de ojos muy abiertos que, en cada concentración del equipo, buscaba los consejos de Davide Rebellin, el ilustre ciclista italiano que casi le triplicaba en edad.

En 2020, cinco años después de su primer día en el equipo, el discurso cambió de golpe. La estructura polaca pasó de enorgullecerse de su licencia como World Tour a reconocer problemas de dinero. Un día se reunieron con Kamil. “Chico, las cosas han cambiado, el equipo no seguirá”, le dijeron con crudeza.
Kamil era un chico afortunado, había crecido conforme a lo que se esperaba de él. Con carácter y solvente en las Clásicas. Seguiría siendo corredor del World Tour con el Lotto Soudal en 2021. Sin embargo, la mala suerte parecía estar esperándole. Durante un entrenamiento de pretemporada en noviembre de 2020, un grave accidente le hizo fracturarse la clavícula y la pelvis. La recuperación fue tan dura como lenta. Necesitó aprender a andar de nuevo. Subirse a la bicicleta fue un logro que sólo consiguió varios meses después hasta que, en agosto del año siguiente, pudo ponerse su primer dorsal con la escuadra belga.
Pero, a pesar del apoyo, su progreso no fue en consonancia con su tesón. Kamil decidió que su trabajo sería sólo en favor de otros. El año siguiente nadie le notificó una renovación de su contrato, por lo que, en diciembre, se planteó dejar el ciclismo. Por fortuna, en pleno mes de enero de 2023, con la temporada ciclista ya iniciada, el Q36.5 Pro Cycling Team le ofreció la última plaza dentro del equipo.
Su rol estaba claro: sería un trabajador en favor de sus líderes, especialmente en las clásicas de primavera. Su determinación en cada prueba le obligaba a, tras cada trabajo, seguir sufriendo lo indecible por terminar la carrera. En cambio, el Tour de Flandes le privó de conocer su línea de meta.

El año siguiente, este 2024, la historia cambiaría. En la línea de salida de este Monumento las instrucciones giraron en torno a la protección de sus jefes de fila: Jannik Steimle y Fabio Christen. Él sería su capitán de ruta. Pero ambos sufrieron sendas caídas que les apartaron de la prueba. “Los planes han cambiado Kamil, haz lo que puedas”, escuchó por la radio interna del equipo. Kamil dudó. Nunca había hecho tantos kilómetros en carrera, y menos aún en aquellas condiciones tan duras. El frío, la lluvia y el alto ritmo de carrera apenas le permitían comer o beber. Pero, tras cada muro, seguía viendo las ruedas de los ciclistas que se iban a jugar el triunfo. En uno de ellos, aprovechando sus antiguas cualidades como ciclocrosista, salió disparado de un enganchón con la bici al hombro, sin parar de adelantar corredores. Exhausto, consiguió terminar en decimocuarto lugar, culminando el mejor día de su carrera profesional.
Pero, de nuevo, las tejas del Castillo de Bytow dejaron de brillar en pleno verano. Durante un entrenamiento sin apenas exigencias su corazón empezó a palpitar con demasiada insistencia, llegando a alcanzar las 250 pulsaciones por minuto. Asustado se detuvo, pero su corazón no bajaba la intensidad. Inmediatamente fue trasladado en ambulancia, pero aun así fue difícil estabilizarlo, lo que sólo consiguieron en el Hospital. Tras ingresarle los médicos fueron sinceros: “Kamil, tenemos que hacerte una ablación, de lo contrario nadie garantiza que esto no vaya a más”, le explicaron.
Kamil sintió como su estado de forma se diluía por el sumidero de la frustración con la que escuchó aquella frase. Pero su equipo le devolvió la lealtad mostrada en cada carrera. Su contrato seguiría en vigor para el año siguiente.
Kamil camina sobre las hojas secas que dibujan el camino hacia el castillo. Las nubes parecen empecinarse en que el sol sólo pinte con intermitencia las tejas de color rojo intenso. Se detiene y suspira. No se imagina otra vida que no sea la de ciclista profesional. No sólo como gregario; puede que, tras lo conseguido este año, también tenga alma de líder. Como dice el refrán, “donde el corazón se inclina, el pie camina”.