“¡Eres un grande!”, le gritaron. Mientras bajaba las escaleras del autobús del equipo, sus ojos se nublaron instantáneamente. De pronto, se encontró frente a toda esa gente. Al lado de aquella curva donde apenas quedaban ya los letreros que marcaban los metros restantes.
Él la conocía. Vaya que sí. Desde bien pequeño tuvo que pasar por allí. O bien de paseo con su chica o quizás volviendo de un entrenamiento. Ese día la curva la tomó como tenía que ser. Sabiendo de donde soplaba el viento. En la anterior pasada por allí incluso inspeccionó como la afrontaría el pelotón. ¿Qué le hubiese dicho Óscar Freire? Es su referente, aunque nunca había hablado con él. Seguramente, que no cometiera los errores de hace dos años cuando, casi abochornado, llegó a aquella misma curva a más de 5 minutos del ganador.
Torrevieja huele a sal marina. A viento que empuja el mar. Pero también a recuerdos. Manuel nació allí. Y desde muy pequeño pasó largos ratos pegado a una de las vallas como las que aun quedaban sin quitar viendo correr a su padre. La sensación de verle pasar a toda velocidad entre el pelotón le atrapó rápido. Sin dudarlo le pidió que le inscribiera en el Club Ciclista del pueblo. Su paso por todas las categorías puso a todos los Directores que le llevaron de acuerdo. Era un chico veloz. Sólo tenía que ordenar esa fuerza.

Tras un breve paso por la categoría amateur su velocidad fue reclutada por un modesto equipo bulgaro, aglutinador de jóvenes talentos de multitud de países. Con sólo 19 años se empapó de un ciclismo políglota. De carreras de cartel y de las exóticas. Muchas no salían en la televisión. Pero una de ellas fue especial. En el Tour de China I de 2018, la última etapa llegaba a Langshan. Ese día, como dicen los hombres rápidos del pelotón, “se le abrió la puerta”. Lanzó su bici por delante de las de otros hombres que aun no habían tenido tiempo de sonar, como Sebastian Molano o Jakub Mareczko. Y alzó las manos victorioso. El resto de su Currículum Vitae lo está escribiendo con el Burgos-BH.
El equipo español lo reclutó para el año siguiente por petición de José Cabedo, uno de los Directores del equipo. Le pidió que pensara en progresar. Que cada año iba a ser un paso más fuerte que el anterior. Que contaría con un equipo donde muchas veces el compañerismo se mezcla con la amistad. Con el darlo todo por un amigo.
Luego llegó aquella curva. Con los brazos atenazados en pura adrenalina filtró su silueta entre los sprinters que salen en las entrevistas. Por dentro. Con un gesto rápido de cuello intuyó a Alexander Kristoff, que iba soldado a su gregario. Dicen que la jerarquía de los equipos del World Tour es difícil de franquear con un pasaporte humilde. Pero Manuel no quería defraudar a toda esa gente. Eran sus vecinos. Sus familiares. Su chica. Bien valía arriesgarse a una caída. Un vistazo fugaz le detalló a Elia Viviani y Fabio Jakobsen. Ellos la tomaron por fuera.

Entonces, como aquel día en Langhsan, se le volvió a abrir la puerta. Adivinó perfectamente el lugar donde el viento se callaría para mostrase como aliado. Seguro que Óscar Freire le hubiese dicho que arrancara justo ahí, detrás de Matteo Moschetti. Que no se arrugara por ser pequeño. Pero el ciclista de Trek pasó como un rayo, directo a por la victoria. Manuel fue el primero en escuchar el grito de alegría del italiano al cruzar la línea de meta mientras, con rabia, golpeó el manillar de su bicicleta. A cambio, también el primero en sentir los jadeos de resignación de Jakobsen, Viviani y Kristoff mientras, con un breve quiebro, sorteaba a los fotógrafos agolpados en una esquina.
“Eres grande Peñalver”, escucha de nuevo. Incapaz de contener las lágrimas, el primer abrazo es el de su chica. El susurro de un cariño que abandera un consuelo. Era un segundo puesto que, con el tiempo, el ciclismo seguramente vaya a olvidar. En cambio, para sus paisanos, será un orgullo decir que Manuel casi gana a los grandes. Para él, un gran paso para demostrar que se está adueñando de la velocidad que describen sus piernas. Quien sabe, con el tiempo, seguro que un día le llama Freire para darle un gran consejo. De campeón a campeón.