Mihkel Räim, el vikingo de Saarema

Su vida giró radicalmente el año de la pandemia. Pasó de ser uno de los ciclistas con más victorias en la historia del Israel a dar demasiados tumbos. Aun así, el "vikingo de Saarema" se resiste a sucumbir a la mala suerte y sigue embarcándose en nuevas aventuras, esta vez en el ciclismo mongol.

Mihkel Räim, en una imagen de la pasada temporada
Mihkel Räim, en una imagen de la pasada temporada

"¿Quién va a querer a un estonio de 30 años?", lamenta. Mihkel hace honor a la historia de Saarema, la isla más grande de Estonia y escenario de batallas cruentas entre vikingos. Su cabellera, rubia y desordenada, totalmente distante de un peinado actual, dibuja un hombre de actitud guerrera, de discurso directo y sin pretender caer en lo correcto.

Su niñez la vivió, cada sábado, en el coche de su padre, escuchándole aporrear la puerta mientras animaba a los corredores del equipo que había montado y, de lunes a viernes, sentado en una silla de su tienda de bicicletas mientras hacía los deberes. Tras lo libros, si levantaba la cabeza hacia la pared, los posters de ciclistas con la cara desencajada, como vikingos en plena lucha, parecían querer llamarle. Su destino estaba más que marcado.

En Estonia, sin apenas equipos de desarrollo, históricamente las jóvenes promesas son acogidas en Francia. Él viajó al país galo por primera vez siendo junior, para preparar el Mundial de ruta. En un mes ganó cinco carreras. Tras el Mundial un equipo amateur se interesó por él. Fueron años difíciles. Sin facilidad para aprender la lengua, Mihkel debía entrenar y estudiar en un instituto al mismo tiempo. Sin embargo, su tenacidad le hizo apetecible para el Amore & Vita, equipo italiano de categoría continental. Pero la dificultad de expresarse en un idioma nuevo le jugó otra vez una mala pasada, debiendo volver a Francia como amateur.

Al año siguiente, Niv Libner, compañero suyo en el Amore & Vita, le dijo que podía intentar ponerle en contacto con Ram Margaliot, mánager del Israel Cycling Academy, un equipo de reciente creación y con una importante mezcla de nacionalidades. Al principio las conversaciones fueron tibias, pero tras la disputa del Mundial de Richmond (2015) Ram invitó a Mihkel a un training Camp junto al resto de jóvenes promesas que interesaban al equipo. Él estuvo a punto de no acudir, debía pagarse el billete de avión y apenas tenía ahorros, pero decidió hacerlo. Sin embargo, el billete de vuelta se lo sacó un día antes de terminarlo, porque el precio bajaba sustancialmente, aun a riesgo de perder una oportunidad. "¿Ram, por favor, dime algo, me vais a coger?", preguntó nerviosamente antes de irse. Margaliot no dudó: "Estás dentro", le dijo, interesado por su importante punta de velocidad.

Mihkel Räim, 2020
Durante cinco temporadas (2016-20), Mihkel Räim militó, en las filas del equipo israelí. Foto: Con Chronis (Sprint Cycling Agency)

Una semana después, Räim cumplió su palabra y le envió el contrato. Mihkel no le defraudó. Sus victorias comenzaron a multiplicarse. La más emotiva, la extinta Remembrance Race, a la que acudió con dudas tras haber entrenado en altura apenas unos días antes. Ante su asombro, consiguió ser más rápido que muchos de los mejores sprinters del pelotón. Durante cinco años, sus victorias en las llegadas masivas se sucedían.

Pero, en 2020, el año de pandemia, cuando debía renovar su contrato, los resultados no llegaron. Tras la cuarentena, se fracturó un hueso de la mano en la primera competición y después, le dijeron que correría la Vuelta a España sin un treno de apoyo, ya que el equipo se iba a volcar con Dan Martin para hacer una buena Clasificación General. Mihkel se pidió calma. No pensar en contratos durante tres semanas. Batallar sólo contra otros equipos mejor estructurados en las llegadas masivas no iba a ser fácil. Pudo hacer dos puestos de honor. Pero, tras la Vuelta, el equipo israelí nunca le llamó para hablar. Estaban más interesados en fichar grandes estrellas que en seguir contando con un vikingo que parecía no batallar como antes.

El invierno siguiente fue el más cruel que recuerda, bajo el frío, al llegar a casa nunca recibía una llamada. Nada. Fueron sus fans los que clamaron justicia para él a través de las redes sociales y que hicieron que un equipo polaco de categoría continental (HRE Mazowsze Serce Polski) se interesara por él. Consiguieron un sponsor para poder afrontar su salario y le ofrecieron un buen calendario. Él correspondió con una victoria. Fue entonces cuando el Burgos-BH puso sus ojos en él. El equipo español le contactó en verano y le dijo que, si él quería, podría firmar de inmediato y correr la Vuelta a España, pero Räim consideró que no tenía tiempo suficiente para prepararla y que era mejor esperar al año siguiente. Ldecisión fue un error. Aquel mes de septiembre, cuando debía estar corriendo aquella Vuelta, sufrió un accidente de tráfico con el equipo polaco cuando se dirigían a una prueba. Aparentemente no tuvo lesiones graves, pero algo dentro de él no funcionaba.

El año siguiente, ya como corredor del Burgos-BH, nada iba bien. Notaba una escápula más baja que la otra. Los entrenamientos eran buenos, pero en carrera, sin apenas tiempo para recuperar, se ahogaba. Con el tiempo descubrió que su problema estaba en el diafragma, que había sufrido una alteración tras aquel accidente y que ni siquiera le permitía bajar de peso. Mihkel recuerda con amargura que, con su español, nunca supo hacer entender a la estructura del equipo su problema y que, cuando por fin se recuperó, dejaron de llevarle a las carreras hasta que la relación se deterioró.

Mihkel Räim, 2022
Su paso por el Burgos-BH, en 2022, no fue todo lo fructífero que el equipo burgalés y el ciclista estonio esperaban. Foto: Ilario Biondi (Sprint Cycling Agency)

Otra vez sin equipo, pero arropado por sus fans, las redes sociales le llevaron de nuevo a embarcarse en otra aventura, esta vez en un equipo checo (ATT Investments) donde, defraudado por la falta de interés de los corredores más jóvenes cada vez que trataba de ayudarles a mejorar como ciclistas y por, a su juicio, la falta de sentido estratégico del equipo, decidió abandonar al final de temporada.

Pero un verdadero vikingo siempre hace de su barco, su casa, y del mar embravecido, su camino hacia una nueva aventura. Esta vez la corriente del Báltico le ha llevado a Mongolia, embarcado junto a su compatriota Martin Laas, como capitanes de una tripulación que contará con otros dos grumetes estonios, Gleb Karpenko y Oscar Nisu. Su misión será apoyar al modesto Ferei Quick-Panda Podium Mongolia Team, de categoría continental, a promocionar el ciclismo mongol dentro del calendario chino.

La vida le ha cambiado mucho. De grumete era poco hablador, ahora puede interaccionar de alguna manera en seis idiomas. Su bandera lleva los colores del que siempre habla con honestidad, sin miedo a que sus opiniones le destierren del ciclismo. Desgraciadamente, su barco parece alejarse de las grandes rutas comerciales, donde, hace años, saqueaba con victorias las grandes carreras del calendario internacional. Ahora, a sus 30 años, su trayectoria se dirige hacia otro ciclismo. "¿Quién va a querer a un viejo estonio de 30 años?", lamenta. Quién sabe. De su mano ahora pende un niño que le mira como él miraba en el taller de bicis de su padre aquellos posters de ciclistas. Los vikingos nunca se rinden.