“El Chava” siempre bromea sobre eso. Sobre su corte de pelo y su necesidad de ir a arreglárselo cada quince días. Pablo siempre responde que no es para tanto, pero sabe que su amigo tiene razón. Luego le responde con algún ataque.
Se conocen desde hace muchos años. “El Chava” (Antonio Angulo) es el mayor, el experimentado. Lleva ya unos cuantos años en profesionales. Los últimos son los que le han ido bien. De hecho, acaba de firmar por el Burgos-BH. Pero sabe de qué va esto. Por eso siempre intenta que, entre broma y broma, Pablo no se desmotive. Ya no es ver el vaso medio lleno o medio vacío. Es apartarlo antes de que se termine.
Pablo Alonso pasó a profesionales tarde, con 24 años. Antes había compaginado el ciclismo con el voleibol. De hecho, su padre es directivo del club donde jugó. Por eso, si la competición no lo impide, todos los sábados a la tarde se va a verles jugar. El caso es que se lesionó la rodila y le dijeron que eligiese sólo uno.
La bicicleta de carretera se le daba bien. En categoría junior incluso disputó un Mundial, el de Richmond, en Estados Unidos. Durante el viaje, en una escala en Miami, a punto estuvo de perder la conexión. Menos mal que Imanol Erviti se dio cuenta. “Pablo, date prisa que nos ha pillado el corte”, le dijo entre risas. Además de al “Chava”, Pablo admira a Imanol. Que un tipo así, con esa trayectoria, le tratase con esa cercanía le sedujo. Siempre se dijo que ojalá fuera como él. Tirando del carro siempre. Un buen gregario.
Durante su trayectoria amateur incluso llegó a vivir en Bélgica durante dos años, en un pueblito a las afueras de Gante. Por las mañanas entrenaba. Sus entrenamientos eran pura esencia flandrien. Era normal cruzarse con Van Aert, Campenaerts o Tim Wellens. Incluso podía compartir parte de la ruta con ellos. Por las tardes estudiaba nutrición a distancia. Quizás, si el ciclismo se acaba, acabe dedicándose en serio a eso.

Luego volvió a España, siempre como amateur. En ese momento, llegó la presión. Pasaban los años, pero la llamada para ser profesional no llegaba. En un ciclismo como el de ahora donde muchos ciclistas dan el salto tras la etapa junior él, con 24 años, aún seguía siendo un ciclista aficionado. La duda sobre si seguiría o no, comenzaba a ser agobiante.
Al terminar la temporada, su palmarés no ofrecía victorias, pero si la regularidad suficiente como para haberse impuesto en el Ranking de la Federación Española. Entonces decidió tomar él la iniciativa. “Me gustaría que me dieras una oportunidad”, le dijo a Rafa Casero, uno de los gestores del Electro Hiper Europa, un modesto equipo continental con licencia colombiana que se había creado aquel año. Los dos se entendieron rápido. Pablo sería profesional la temporada siguiente.
Rafa es un tipo tranquilo y equilibrado. Le gusta dar oportunidades a todos sus corredores. A cambio, les pide pasión. Entrega. Que salgan a disputar cada prueba en la que participen. Olvidándose de los picos de forma. En Continentales, la incertidumbre es la sombra más alargada.
Pablo se impregnó de su filosofía rápidamente. De las carreras disputadas en Francia supo sacar su fiereza. Allí, el manillar se aproxima más de lo normal entre los corredores. Por eso aprendió rápido a convivir con la tensión, con la lucha por una plaza. En cambio, del calendario portugués rescató sus recuerdos de junior, volviendo a carreteras que ya había surcado cuando el ciclismo profesional era tan sólo el sueño de un adolescente.
Sin embargo, las carreras españolas son las que le han hecho soñar. Ha tenido la suerte de compartir los últimos esfuerzos de Alejandro Valverde. Ha sabido seguirle por el peolotón, sin que se diera cuenta, para ver cómo es un campeón en su hábitat natural. Seguro que quién se dio cuenta de todo eso fue Erviti. Imanol es el ídolo de los humildes, de los chavales que quieren ser gregarios. Que saben de la importancia de no tenerla, al menos de cara al gran espectador.
Pablo divide sus miradas. Una para el navarro. La otra, para su gran amigo. El que se ríe de su pelo. El que sabe que el ciclismo no es fácil. “El Chava” sabe que su amigo merece subir de categoría. Aprender sin la incertidumbre que da ser ciclista continental. Quién sabe. Si él pudo dar el paso seguro que su amigo también lo hará. Lo importante no es si ahora ve el vaso medio vacío o medio lleno. Lo importante es seguir bebiendo.