Puede que en el ciclismo duela más la incomprensión que la rotura de un hueso. Sufrir el encogimiento de hombros ante 83 días de competición llevados en algún momento por encima del umbral del dolor. Vivencias ingratas repartidas en un camino que “el Escayolas” sigue recorriendo a sus 33 años.
Ya sólo le llama así su círculo más cercano. El año pasado tan sólo era Rubén, aunque quizás aquello fuera lo de menos.
Hace trece años a Rubén le contaron tras un partido de fútbol disputado entre los chavales del filial del Caja Rural - Seguros RGA que le iban a hacer contrato con el primer equipo para la temporada siguiente. Aquella noche no pudo dormir, apresado en un manojo de nervios. El día siguiente tendría su contrato firmado y, unos meses después, consiguió ganar la prueba sub23 por etapas más importante del mundo, el Tour del Porvenir. Para él, haber sido escoltado por Adam Yates y Patrick Konrad en el podio es tan sólo un bonito recuerdo que apenas dibuja con una escueta frase encharcada en pura humildad.

Tras aquel resultado, y aunque respetó su contrato con el Caja Rural, Eusebio Unzué, Mánager del Movistar Team, se apresuró en hacerse con sus servicios.
Ser corredor del World Tour le ayudó a desplegar su condición de hombre fiel, convirtiéndole en escudero de su paisano Alejandro Valverde o de Nairo Quintana. De hecho, fue el colombiano el que le regaló uno de los mejores días de su vida sobre una bicicleta. Cuando el pelotón perseguía a Alexandre Geniez camino de la cima del Mirador del Ézaro, en La Vuelta 2016, Rubén recibió luz verde de su jefe de filas para que demarrara en busca del francés. A pesar de que sólo pudo ser segundo en la línea de meta, la ventaja alcanzada le otorgaba el maillot de líder de la prueba, que pudo lucir orgulloso al día siguiente y que ofreció a su hermano Jose Miguel como regalo de cumpleaños.

Sin embargo, tras cinco años en el equipo navarro, las caídas y las lesiones sufridas se apropiaron de su ánimo, sugiriéndole un cambio de aires que encontró en el Euskaltel - Euskadi, donde recaló en 2020. El descenso de categoría llegó acompañado de un ascenso de auto-estima, de apoyo grupal en favor de uno de sus sueños como ciclista: cer Campeón Nacional.

Aquel año sólo pudo ser quinto en la meta de Jaén. A cambio, unos días después, una nueva oportunidad se plantó frente a el: “¿Qué te parece si el año que vienes firmas con nosotros? Allí estarás bien, ya conoces a los españoles del equipo y también hay staff español, te vamos a cuidar”, le dijo Bingen Fernández, que también iba a recalar en Cofidis como Director Deportivo.
Rubén no se lo pensó. Volvería al World Tour aunque, en la categoría de las grandes multinacionales, el componente afectivo de los equipos más pequeños pudiera perderse.
En su primera temporada con el equipo francés descubrió la ingratitud en el único Tour de Francia que ha disputado en su carrera. Acudió pasado de forma debido a una concentración previa en altura con el equipo que le afinó demasiado rápido. Sufrió tres semanas de tortura en una carrera donde los mejores corredores del mundo acribillaron su sobre entrenamiento. A cambio, disfrutó de uno de los mayores placeres que puede experimentar un ciclista durante su carrera: cruzar la línea de meta en los Campos Elíseos.

En su última temporada en el equipo francés Rubén pasó por el COVID, una apendicitis y una fisura de tobillo que no le eximió de seguir corriendo, acudiendo al Giro de Italia en un estado de forma muy delicado. En la segunda parte del año, sufrió el atropello de un coche mientras entrenaba en Sierra Nevada apenas unos días antes de su participación en la Vuelta a España, lo que le obligó a correrla con dos costillas fracturadas. En total, 83 días de competición que fueron resumidos con un encogimiento de hombros como respuesta a su no renovación.
“Escayolas, este año te vas a hinchar a oportunidades”, le dijo Rubén Pereira, uno de los Directores Deportivos del Sabgal / Anicolor portugués. La estructura lusa de categoría Continental, decidida a apostar por un calendario más amplio, había hecho un esfuerzo por firmar corredores procedentes de categorías superiores. Uno de ellos iba a ser él. De nuevo, el cariño. De nuevo, la familia. De nuevo, “el Escayolas”.
