Shotaro Iribe: la cara nipona del NTT

"Sé fuerte, hermano". Palabras hondas. Sinceras. Que truenan cariño. Osaka, en cambio, es tráfico mudo. Hilos de gente trajeada y silenciosa que cruza disciplinada por pasos de cebra hilvanados entre edificios que tapan el sol. Marabuntas de sonrisas educadas donde, a veces, la expresión se pierde en una cordialidad marcada por una civilización donde imperan las buenas maneras sobre los sentimientos. Al sur de la ciudad, las aglomeraciones parecen desaparecer en favor de laderas verdes que suben y bajan. De carreteras donde se puede circular en bicicleta sin miedo. Shotaro las conoce enteras. A la espera de la disputa del Campeonato Nacional de este año, su silueta las honra con la bandera nacional estampada en su maillot, a la altura del pecho. Hoy su pedaleo es triste. Redactado en un semblante que no dibuja arrugas. Que disimula la treintena en una mirada juvenil pero apagada. Hace días vió enterrar a Yoko, su madre. Su padre, Masaka, murió hace años. Creador de la marca de cuadros Iribe, siempre tuvo la ilusión de que su único hijo fuera ciclista profesional. Pero Shotaro tuvo que combinar el deseo de Masaka con sus estudios universitarios. Le gustaba correr en pista, y se le daba bien. En cuarto año de carrera ganó los Campeonatos nacionales por puntos. Sus resultados se hicieron apetecibles para el Shimano Racing, uno de los equipos más importantes del país. En 2012 lo reclutaron para ser profesional en carretera. La tarea no fue fácil. Cometía demasiados errores. Gastaba demasiada energía, pero su insistencia por aprender el oficio le ayudó a encontrar su plaza en el pelotón. Shotaro Iribe en una imagen del Giro della Toscana de este año. Foto: Bettini Photo Cinco años después, Shotaro ya no era aquel novato que se peleaba por seguir la estela de otras ruedas. En 2017 era un hombre rápido. Esculpido en la velocidad de la pista. Desprovisto del miedo e la estrechez de un esprint. Enérgico. Tanto que su rueda delantera fue lo suficientemente veloz para imponerse a la de Takayuki Abe en la segunda etapa del Tour de Kumano de aquel año. Su victoria le regaló el liderato de la prueba, aunque sólo fuera por un día. Pero la recompensa llevaba un mensaje. Era una victoria rebosante en confianza. La que iba a necesitar dos años después. Entonces el rival intimidaba de verdad: Yukiya Arashiro. Quizás el ciclista japonés más internacional de todos los tiempos. Aquel día, la silueta del "Emperador" le hacía parecer más pequeño. Tras más de seis horas de carrera, el título nacional lo debía decidir un sprint, una decisión. Arashiro, envuelto en mil batallas en Giro, Tour y Vuelta frente al modesto currículum de Shotaro. La experiencia que encierra la sangre fría y el respeto frente al revulsivo más importante. La necesidad de honrar la memoria de Masaka, fallecido dos meses antes. Por eso, Shotaro no cedió al miedo. A la imprudencia de la precipitación. Fabricó un sprint limpio. Fiero. Empujó la última pedalada con los riñones para reivindicar una victoria tan emotiva como tallada en la educación y el respeto hacia su contrincante. Iribe superó al sprint a Yukiya Arashiro en la Campeonato nacional de 2019. Foto: Bettini Photo "Tu padre estaría orgulloso", le dijo su madre tras la carrera. Sus palabras emanaban recato. Embotelladas en una cultura que no levanta la voz. Que no desvela sentimientos. Pero que expresa el orgullo que Shotaro necesitaba. Además, sin saberlo, el premio iba a ser mayor. "Mamá, voy a correr en el ciclismo de verdad, en el europeo", la dijo semanas después. El NTT, empresa nipona de telecomunicaciones que patrocinaba el equipo sudafricano del World Tour, quería apostar por los servicios de un corredor de su país. Y Shotaro parecía ser el candidato perfecto. De pronto, Shotaro dejaba un equipo pequeño, repleto de vivencias familiares, para desembocar en la embergadura de un equipo que colabora para que un continente entero, el africano, pueda ser un lugar menos duro. Su llegada a la primera concentración del equipo, en diciembre del año pasado, fue tímida. Respetuosa. Ante él se ofrecían un encadenamiento de saludos de ciclistas de culturas diferentes. Sentía que se había embarcado en un barco que transportara el cariño que necesitaba África. Pero su recato se estampó de lleno con la jocosidad de otro ciclista que también había sido reclutado por el equipo: Carlos Barbero. Un español ajeno a los protocolos nipones. Bromista y cercano, atrapó la sencillez de Shotaro desde el primer momento. Le enseño a charlar con la vida. Pero más importante aún. Con el roce de la convivencia le regaló la palabra en español más leal que recoge el diccionario: "Hermano". Foto: NTT Pro Cycling Carlos no iba de farol. En Castilla, su región, las cosas que salen de dentro tardan en decirse pero cuando florecen, son de verdad. Meses después de su primer encuentro, Shotaro sufrió una tremenda caída que le hizo romperse la clavícula, escápula y varias costillas. De recuperarle físicamente se encargó el médico del equipo. De la parte mental se ocupó Carlos. Cada día, le hacía reír con sus bromas al otro lado del teléfono. Tanto que, Shotaro, le pedía parar para no ver las estrellas con tantas vibraciones. El dolor y la risa mezclada producían una extraña sensación en él. Como si, de lo malo de la vida, supiese rescatar la importancia de ser feliz en el día a día. Por eso hoy, aunque sus pedaladas por la cara sur de Osaka son melancólicas. Aunque aún hondea prestada la bandera de su país en su maillot. Shotaro es capaz de sonreír. De hilvanar un pequeño hilo de ilusión en su mirada. Su amigo Carlos le ha dibujado una sonrisa con el mensaje de apoyo que ha escrito en una de las mascarillas que está utilizando durante la Vuelta a España. "Se fuerte, hermano". Y lo será. Yoko lo hubiese querido así.

Shotaro Iribe: la cara nipona del NTT

Su victoria en el Campeonato nacional en 2019 -superando a Yukiya Arashiro, el ciclista japonés más internacional- le abrió las puertas del World Tour, al que llegó de la mano de la empresa japonesa de telecomunicaciones NTT

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