Edvald Boasson Hagen: el talento noruego hecho a sí mismo (1ª parte)

Repasamos la trayectoria de uno de los mejores ciclistas noruegos de la historia, un gran rodador y velocista -con alma de clasicómano-, que acumula más 80 victorias como profesional

Edvald Boasson Hagen con los colores de su actual equipo, el NTT Pro Cycling
Edvald Boasson Hagen con los colores de su actual equipo, el NTT Pro Cycling

“Mis padres te adoran y lo sabes”, le susurra Marlen. Edvald asiente mientras no puede evitar disfrutar de las grandes pupilas azules de su mujer inyectadas en plena primavera. Rudsbygd hoy regala un cielo que nada tiene que ver con el paisaje blanco que inunda la localidad todo el año. Su pueblo, pintado minúsculo en la cara más continental de Noruega, se nutre del trabajo que da Lillehammer, a escasos kilómetros de allí. Hace muchos años, los Juegos Olímpicos de Invierno del 94 pusieron en el mapa la ciudad y, recientemente, una serie televisiva ha vuelto a recordarla.

En la región, los niños esquían con la facilidad con la que en otros países se juega con una pelota. Pero los valles, con el deshielo de primavera, también permiten largas excursiones en bicicleta. Edvald fue uno de tantos que, aunque disfrutaba deslizándose entre la nieve, era todavía más feliz dando pedales. La culpa la tuvo Stian, su hermano, que se lo llevaba después del colegio con la bicicleta de montaña que les habían regalado sus padres. Aunque la bicicleta de carretera que vino después empezó a ocupar realmente su tiempo.

Para Edvald, Stian era un referente, no necesitaba a nadie más. Por eso, sus serpenteos entre carreteras que se dibujaban sin coches nunca fueron emulando hazañas ajenas. Creció sin ídolos. Sin ver carreras en la televisión. Aislado de los pioneros destellos de Dag-Otto Lauritzen en los 80. Al trabajo en favor de sus líderes de Arvesen. O a los primeros sprints de Thor Hushovd.

 

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Boasson Hagen en una imagen de 2019, luciendo los colores del Dimension Data 

 

Pronto, sus resultados a nivel nacional como amateur  llamaron la atención de Gino Van OudenHove, por aquel entonces uno de los Directores deportivos del Maxbo Bianchi, uno de los mejores equipos de desarrollo del país. El belga le ofreció un buen programa de carreras que, en muchas ocasiones, se encargaba de ganar aunque sus resultados más prometedores llegaron con la Selección nacional durante su participación en el Tour del Porvenir de 2006. Aquel año consiguió tres etapas. Dicen los que allí estuvieron que sorprendía mucho ver a un chico con algo de sobrepeso, aún con los mofletes sonrojados por el calor, comerse un bocadillo sentado en una silla mientras esperaba subir al podio.

Por eso, a finales del año siguiente, Bob Stapleton, Mánager del Columbia, no se lo pensó: “Chico, tú has venido al ciclismo a disfrutar, así que eso es lo que quiero que hagas en mi equipo. Sé que eres un chico listo, así que, aunque trabajes para los hombres fuertes del equipo sabrás aprovecharte de tus oportunidades”, zanjó.

 

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Boasson Hagen logró una veintena de triunfos en el Team Columbia

 

Edvald era el más joven. A sus 21 años, tenía todo por demostrar ante hombres que tenían más que ganado su sitio en el ciclismo. Pero, ¿Qué quería ser él? Se le daba bien esprintar, coger fugas, y, desde amateur, se había sentido atraído por las clásicas. Sus dudas las compartió con Thomas Lofkvist. El sueco, que agradecía que Edvald le hablara en su propio idioma aunque tiñera sus palabras con un curioso acento noruego, se ofreció a ser su guía en el pelotón. “Aprende a ahorrar energías, nunca te dejes llevar por una falsa euforia. Si te dejas ver, que sea de verdad. Y nunca olvides que somos un equipo. Tu trabajo para otros hoy será recompensado el día de mañana”, le repetía. En cuanto a su interés por las clásicas, sus referencias eran Servais Knaven y Roger Hammond. “Trabajar y aprender”, le repetían.

Y ese era su cometido en aquel lluvioso día en la Avenida principal de Deinze, punto de salida de la Gante-Wevelgem de 2009. Mientras él recibía las últimas instrucciones junto a una de las vallas, los aficionados parecían no prestarle atención. Sus miradas iban más alla. Buscaban aquellos a los que entrevistaban los periodistas. A sus compañeros. George Hincapie, que preparaba la Paris Roubaix, o Mark Cavendish, que realmente se preguntaba si con el viento de aquel día tendría garantizada una llegada al sprint.

Esa mañana, Edvald escapó tanto a la atención de las cámaras de televisión como del resto de favoritos. En una fuga descarada consiguió llegar a solas con Aleksandr Kuschynski. El Bielorruso le inquietaba. Sobre todo por su actuación en el Tour de Flandes la semana anterior. Pero su punta de velocidad era mayor que la de su contrincante. Aun así, su inexperiencia le hizo adelantar el sprint. Lanzarlo demasiado lejos. Prolongar la agonía hasta la misma línea de meta, donde, sólo al franquearla, supo sentirse vencedor.

 

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Durante cinco temporadas (2010-14) corrió en el Sky

 

¿Se estaba gestando un clasicómano? Nadie tenía la respuesta. Y mucho menos él. Por eso, a finales de temporada, cuando llegó la llamada de Dave Brailsford, el estrechón de menos se gestó en una firma lubricada en dudas.

 

Aquí puedes leer la 2ª parte de "Edvald Boasson Hagen: el talento noruego hecho a sí mismo"