Óscar Sevilla: el ciclista de talento eterno que se encomendó al destino (2ª parte)

A sus 44 años el ciclista de Ossa de Montiel sigue disfrutando de su pasión por el ciclismo, ahora en tierras colombianas, hasta donde le llevó el destino. Esta es su historia.

Oscar Sevilla en una imagen de la temporada 2020. Foto: Bettini Photo
Oscar Sevilla en una imagen de la temporada 2020. Foto: Bettini Photo

Aquí puedes leer la 1ª parte de "Óscar Sevilla: el ciclista de talento eterno que se encomendó al destino"

 

Dicen que las grandes Vueltas dan y quitan. Para él, en cambio, era otro elemento el que hacía y deshacía sus planes. Apestado en Europa, el destino le tenía reservada la mejor de sus cartas. Y él ni siquiera sospechaba nada.

“Tengo que hablarlo con mi familia, no es tan fácil”, le dijo a Victor Hugo Peña. El colombiano le retó: “Nos quieren a ti y a mí. Olvídate de Europa y vivamos una película de Hollywood”, le lanzó. Al manchego le volvieron a brillar los ojos. “América frente a la hipocresía”, pensó.

Tras reunirse con Michael Ball, Mánager del Rock Racing, firmo un nuevo capítulo en su vida. Era un equipo americano. De estética rockera. Sin prejuicios. Sin revisión en el pasado. Significaba escapar hacia adelante. Sin resentimientos. Debutar en otro calendario. Otro ciclismo. Otras carreras donde, sin darse cuenta, tenía escrito su destino. Aquella Vuelta a Colombia de 2008 no sólo le regaló una etapa. En otra de ellas conoció a Ivonne, dueña de la sonrisa que le hechizaría para siempre.

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Su paso por el Rock Racing (2008-2009) fue el inicio de una aventura en el continente americano que marcaría su vida. 

Tres años después, cuando Michael Ball, harto del sistema establecido por la UCI para organizar carreras, decidió cerrar el equipo, Óscar ya tenía su decisión tomada. Se quedaría en Colombia, con Ivonne.

Comenzó recalando en varios equipos nacionales, atrapado por un ciclismo de sensaciones, de ataques. Puro. Como el que conoció en Perico Delgado en aquellas tardes de bar y partidas de cartas en Ossa del Montiel. Sin dudarlo, hechizado, Óscar se desprendió del descrédito europeo y tramitó la residencia colombiana.

Sus logros se disparaban. El mejor, la victoria en la Vuelta a Colombia de 2013. Suponía vencer en una ronda que comenzó con gastroenteritis. Suponía imponerse en una orografía hecha para el ciclismo local. Arraigada a muchos metros de altura, hilvanada en mil y una emboscadas. Trazada siempre con llegadas peligrosas.

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Cada año se embolsaba múltiples victorias, primero con el EPM, y a partir de 2017 con su actual equipo, el Medellín.

“¡Don Óscar, dele duro!”, le grita un ciclista al pasar a su lado. En Colombia se siente como un ídolo. Ha conseguido la mayor de las victorias: el respeto. Allí se le conoce como “Don Óscar”, como se le llama dentro del pelotón.

En su equipo sienten no sólo que tienen un líder para buscar victorias. También un capitán en quién confiar, de quien aprender. Tan lejos de las rencillas que encontró en Kelme. Jonathan Caicedo, hoy ciclista en Education First, aún le llama para agradecerle que, en 2018 le ayudara a ganar la Vuelta a Colombia que le catapultó al ciclismo europeo. Supieron engañar a los rivales haciéndoles pensar que era Óscar quien disputaría la general. Un año después, hizo lo propio con Fabio Duarte, o con Tito Hernández este mismo año en el reputado Clásico RCN.

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Sevilla, en el podio de la Vuelta a San Juan 2018, que acabó ganando tras la descalificación de Gonzalo Najar.

Sin embargo, Óscar aun escucha voces que le dicen que en Europa hubiese ganado más. Que con el tiempo le hubieran devuelto el respeto. Son sólo conjeturas. Su sonrisa responde por él en silencio. Sabe que su ciclismo resucitó en Colombia, donde consiguió volver a enlazar con sus mejores sensaciones. Donde recuperó su felicidad.

La vida parece detenerse sobre aquella loma. Inspira hondo. Bajo sus pies Bogotá brilla, esculpido bajo el sol de media mañana. Hoy sus recuerdos han venido a buscarle. Los gritos de Vicente Belda en el volante del coche pidiéndole más en aquella maldita crono por las calles de Madrid. Su Vuelta iba a ser otra. La de Colmbia. Fue Raúl Mesa quien le enseñó a ganarla. Y Jose Julián Velazquez, también llamado “el chivo”, el Director que le ha ofrecido renovar, a sus 44 años, el que le ha regalado la misma motivación con la que adelantaba en su GAC Motoretta a sus amigos del pueblo con la gorra del Reynolds colocada con la visera hacia atrás. Motivo suficiente para seguir apostando por el hoy. Sin rencor con el ayer. En paz con el pasado. Aquel que le apartó de Europa. El destino, a cambio, le convirtió en “Don Óscar”. 

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