Rafa Valls: la esquina de una sonrisa (2ª Parte)

Profesional desde 2009, el alicantino del Bahrain-McLaren ha sabido levantarse de cada una de sus caídas, incluso de una que a punto estuvo de retirarle. Esta es su historia.

Rafa Valls, en una imagen del pasado UAE Tour. Foto: Bettini Photo
Rafa Valls, en una imagen del pasado UAE Tour. Foto: Bettini Photo

Aquí puedes leer la 1ª parte de "Rafa Valls: la esquina de una sonrisa"

 

A finales de 2013 Vacansoleil debe desaparecer. De nuevo, a Rafa parecía perseguirle una maldición. Pero, tras la esquina de una sonrisa siempre hay una salida. Matxín iba a volver a aparecer en su carrera deportiva.

“¿Te vienes o qué? Estamos construyendo un equipo alrededor de Rui Costa y creo que os llevaréis bien”, le dijo. Rafa no se lo pensó. Ya no era el niño que había conocido Matxín. Había ganado en determinación. No dudó en estar al lado de su líder, pero también en aprovechar sus ocasiones. En 2015, tras debutar en Dubai, se marcó como objetivo el Tour de Omán. Durante el invierno, no dejó de visualizar por internet todas las llegadas a la “Montaña Verde”, lugar donde se decidían todas las generales de la prueba. Ascensión árida entre piedra gris y polvo seco. Sol de desierto. Los chepazos de Tejay Van Garderen despertaron su media sonrisa. Incluso, sobre la línea de meta, le dio tiempo a celebrar el nacimiento de Marc, su segundo hijo. Destapó la esencia de su fuerza para echar a un lado la mala suerte.

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El Tour de Omán de 2015 es la única prueba por etapas que luce en su palmarés. Superó a Van Garderen y Valverde 

Meses después, durante el Tour de Francia, su camino volvió a separarse de las enseñanzas de Matxín. Tras la disputa del Tour de Francia, el Lotto Soudal le ofreció contratarle para acabar de explotar su rendimiento en pruebas de una semana. Una nueva oportunidad para encontrar a viejos compañeros del Vacansoleil, sobre todo uno, a Marczynski. “Macho, ya tenía yo ganas de echarme unas risas contigo entre tanto guiri”, le repetía entre bromas.

Pero, de nuevo, la mala suerte volvería a visitar a Rafa. Esta vez llegó dispuesta a darle, sin piedad,  la estocada definitiva.

En 2017, tras realizar una gran Dauphiné, el equipo decidió no incluirle en la lista de los convocados para disputar el Tour de Francia. Dolido por la decisión, decidió descansar para preparar la Vuelta a España. Semanas después, tras participar en el Tour de Polonia, volvió a casa donde, en un entrenamiento, apenas a 20 kilómetros por hora, en un giro, no percibió la gravilla de la carretera. Su rueda delantera se deslizó inesperadamente, haciéndole perder el equilibrio y cayendo, de golpe, sobre su cadera. El chasquido le hizo temer lo peor. Una vez llevado al Hospital de Alcoy las noticias fueron realmente pésimas. “Precisa operación, y seguramente una prótesis. Demasiado para un deportista profesional. Quizás ya no lo vuelvas a ser nunca”, le dijeron.

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Tras dos temporadas en el Lampre-Merida, en 2016 el alicantino fichó por el Lotto Soudal

Rafa rompió a llorar. Demasiadas lesiones en su carrera. Demasiado sufrimiento. Su padre y su mujer trataron de consolarle. Pero no era fácil. Pero debían ser prácticos. Lo primero era buscar al mejor especialista en su lesión. Fue trasladado al Hospital de Alicante, donde le presentaron al Doctor Mas. Rafa le miró a los ojos. Le pareció que el galeno marcaba la esquina de su sonrisa. Que, tras ella, había escapatoria. “La lesión es fea, seguramente necesitarás prótesis, pero eres joven y deportista. Hay salida”. Tras la operación, en sólo dos días, el Doctor le puso sobre dos muletas. La misión ahora recaería en Jordi Reig. El fisio se convirtió en su ángel. Sus palabras de ánimo le reconfortaban. “De esta salimos Rafa, que está `chupao´”, le repetía.

Fueron seis meses de pequeños avances. De dolor comprimido en dudas. Un plazo demasiado largo para un deporte en el que enseguida te haces viejo. El ciclismo te pone al límite cada día. Con su contrato a punto de expirar, el Lotto decidió dar la cara, pero con una oferta muy a la baja. ¿Iba a ser el final? Maldecía su suerte.

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Una caída en 2017 puso en peligro su carrera. Pero el alicantino no se rindió, y poco después llegaría la llamada del Movistar

“¿Que tal estás? Te llamo para darte un susto. Hemos hablado muchas veces y nunca hemos concretado nada. Esta vez es diferente. Lo primero que quiero es que te recuperes. Lo segundo, que te vengas. ¿ Qué dices?”, escuchó al otro lado del teléfono. Eusebio Unzue, Mánager del Movistar, hablaba en serio.

Con Movistar, Rafa cambió su forma de ser. Aprendió a apreciar cada momento, cada pedalada. Por si fuera a ser la última. A disfrutar de cada compañero. De Alejandro Valverde, uno de sus ídolos. De verle ganar un Mundial. O de Mikel Landa. Un tipo que dirigía sin imposiciones. El feeling no tardó en llegar con el vasco.

Pero, sobre todo, estar en Movistar le regaló aquel último kilómetro, camino de la llegada en la Clásica de Ordizia. “Cariño, nos han anulado la reserva, si ganas, acuérdate de nosotros”, le dijo Dámaris días atrás. Por eso, bajo un sol que esta vez era húmedo, teñido de Cantábrico, alejado de la sequedad desértica de la “Montaña Verde” de Omán, volvió a elevar sus brazos. Esta vez fue diferente. Su victoria no era la de un hombre en forma que ambicionaba ganar. Por eso no pudo evitar golpearse el pecho con el puño. Con rabia. Porque no era un triunfo deportivo. Era un pulso con su destino. Suficiente para despejar los miedos de no volver a tener el nivel previo a la lesión. Las cámaras filmaron a un hombre triste por no poder celebrarlo con su familia pero a la vez feliz de volver a reencontrarse con las ganas de volver a ser él mismo.

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Rafa Valls se impuso en la Clásica de Ordizia 2019 

Meses después, su victoria llegó acompañada de un nuevo reto. “Tengo en la cabeza el Tour de Francia, y en mi cabeza estás tú también, ¿qué dices?”, le dijo Mikel. El vasco había decidido firmar por el Bahrain tras abandonar Movistar en busca de un liderazgo claro. De un asalto al Tour de Francia. El Tour de Francia. Aquel objetivo del que fue privado Rafa por la Lotto tras disputar aquella gran Dauphiné. Necesitaba volver. Con Mikel apenas había compartido carreras. Pero el feeling era suficiente para querer flanquear a su compañero.

Un Tour donde, 10 años atrás, estuvo a punto de ganar una etapa. En aquella época sólo era un ciclista joven. Con miedos. Matxín se los quitó. Luego, la vida le tiró muchas veces al suelo. Aleix y Marc han visto a su padre maldecir su suerte tirado en el sofá de casa, con muletas. Dámaris agarró su mano en aquel Hospital el día que quiso mandarlo todo al cuerno. Les debe un impulso. A veces, la vida, también muestra la esquina de su sonrisa. Para ofrecer una oportunidad. Y Rafa la tiene.