Es el momento de invertir a futuro. Por poco que te gusten los ejercicios de gimnasio, el beneficio a largo plazo en forma de menores lesiones y mayor fuerza está casi asegurado.
Cuando Fernando Fernán Gómez escribió Las bicicletas son para el verano ya sabía lo que se decía. Si no que se lo pregunten a los que tienen que hacer encajes de bolillos para sacar tiempo y realizar una mínima base lo más decente posible. Los turnos de trabajo y la escasez de luz son los principales culpables.
Muchas veces nos empeñamos en entrenar todo lo que podemos sin caer en la cuenta que la recuperación entre esfuerzos puede ser tan decisiva como nuestro intenso pedaleo.
No todo el mundo tiene la oportunidad de llevarse la bicicleta de vacaciones. En unos casos por imperativo legal, en otros porque no es muy apropiada para embarcarla en un viaje de placer a Egipto y tampoco tiene mucho sentido llevártela a un crucero.
Cuando haces la entrada triunfal en la línea de llegada o dejas aparcada la bicicleta en el cuarto trastero después de un entrenamiento, comienza a correr el cronómetro para una parte del entrenamiento que no se ve, pero que es fundamental.
Es muy gratificante cruzar la línea de llegada y ver que el sacrificio de un año ha merecido la pena y la recompensa por fin ha llegado. Sin embargo, en otras ocasiones sucede lo contrario. Veamos dos casos prácticos de objetivos incumplidos y sus causas.
A estas alturas del año, cuando las temperaturas se acercan a los 40 grados, salir a entrenar es un riesgo pues la práctica de cualquier actividad deportiva puede ocasionar el temido golpe de calor. Hay que realizar un ejercicio de imaginación para continuar con los entrenamientos.
Como cada deporte el ciclismo tiene asociadas una serie de lesiones endémicas de esta actividad física: conociendo su origen podemos evitar las consecuencias que acarrean.